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  • Foto del escritorBig Minds

Cómo hablar de la muerte con los niños


Antes de cumplir los tres años los niños no tienen suficientemente desarrollada la conciencia de permanencia y significado como para entender bien la pérdida de un familiar o ser querido.


Pueden llorar si nos ven tristes o acordarse y preguntar repetidamente por ser querido que ya falleció, lo cual suele ser doloroso para los padres. En estos casos, es importante compartir esa pena con el niño, explicarle que papá o mamá estamos tristes porque esa persona ya no estará.


El fenómeno de morir no existe en la mente infantil, y es por esa razón que la muerte necesita ser nombrada y enseñada con naturalidad por los adultos, lo más temprano posible.

Cuando muere un ser querido muchas familias tienden a engañar a los bebés y niños, mienten frente a lo sucedido. Creen que les están evitando un sufrimiento innecesario. Cuando le dices que su ser querido se fue a vivir a otro lugar o se fue a un largo viaje, estamos creando expectativas de que en algún momento regresarán, o los podremos llamar, lo cual aumenta la ansiedad, confusión y sensación de abandono cuando los pequeños piensan: “No se despidió de mí” ¿Por qué se fue sin avisar?” "¿Cuándo va a volver?” “Porque mis papas están tan tristes si solo se ausenta por unos días”


Algunos padres prefieren esperar a que el niño pregunte: ¿Qué pasó con el abuelito?, pero generalmente al percibir la tristeza y la angustia del adulto el niño no pregunta, lo evita porque algo del orden de su percepción emocional le indica que “de eso no se puede hablar”, el niño queda al servicio del silencio del adulto hasta que el adulto “esté listo”.


Enunciar la muerte de un ser querido significa que la persona que ha muerto no estará más y que no va a regresar; por lo tanto, no lo volverán a ver ningún día. Esto debe ser señalado a los pequeños de una forma concreta permitiendo asimilar la idea de la muerte sin falsas expectativas, sin desilusiones futuras, ni enojos con el que ya no vive ni con quien le enuncia falsas verdades, aprovechamos las circunstancias para enseñarles sobre el ciclo de la vida.


Los niños necesitan guía y poder acercarse a la idea de la muerte desde sus primeros años. No se recomienda esperar a que alguien querido muera para hablar de lo que eso significa. Hazlo ahora y aprovecha oportunidades previas que no sean dolorosas. Por ejemplo: una planta que se ha secado, una hormiga o un pájaro que encuentres muerto en el jardín.


La muerte la explicamos a los niños como la ausencia de vida. Por ejemplo: Mira este pájaro que está en el suelo, está muerto, por eso no se mueve. Antes podía volar, cantar, comer, pero ahora que ha muerto ya no puede hacer nada de esas cosas porque está sin vida. Su cuerpo dejó de funcionar. Cuando las personas y los animales mueren los enterramos y nos despedimos.

Sin embargo, muchas familias deben dar la noticia sobre el fallecimiento de un ser querido sin nunca haber mencionado la muerte. En estos casos también debes usar un lenguaje sencillo y concreto donde:


1. Utiliza la palabra muerte explícitamente: Tenemos tanto miedo de usar la palabra MUERTE, que inventamos toda clase de eufemismos: “Duerme una larga siesta” “Pasó a mejor vida” “Se fue al cielo”. Todas estas frases son comprensibles para los adultos, el problema es que para los niños no.


La primera infancia se caracteriza por un pensamiento literal y concreto. Los niños no entienden metáforas o analogías y pensarán que literalmente que pronto se despertará o que volverá de su viaje al cielo.


La claridad y usar la palabra “murió / está muerto” es muy importante para ayudarles a comprender y procesar lo que está pasando.


2. Explícale la razón real de la muerte con la información que tengas: Los niños pequeños solo pueden absorber cantidades limitadas de información; las explicaciones tienen que ser breves y sencillas según la edad. “Las metáforas no son necesarias, salvo que el niño sea demasiado pequeño”. Si el niño puede entender lo que ha ocurrido, hay que contarle de manera clara y con mucho tacto para evitar confusiones.


Muchas veces les decimos:

- “Las personas viejitas se mueren” Esta frase poco precisa les podría confundir y dificultar el duelo cuando piensen, por ejemplo, ¿por qué mi papá o mi tía se murió antes que mi abuelito?


- “Se murió por una enfermedad” Los niños en edad preescolar no distinguen entre las enfermedades pasajeras y las mortales y puede generarse en ellos preocupación innecesaria. Es útil aclarar que solo una enfermedad especifica o grave puede causar la muerte.


Los menores de 6 años tienen una característica y es el pensamiento mágico. Es decir, se atribuyen la culpa al creer que algo que hicieron, dijeron o pensaron causó la muerte, por ello es fundamental ser muy precisos en la información.


3. Haz explícito que la persona no regresará: Es importante explicarles que la muerte es definitiva y que el ser querido no volverá. Aún así, el niño te volverá a preguntar si podrá ver al familiar que murió. No es que esté en negación, es que a nivel cognoscitivo, antes de los siete años la muerte no se vive como definitiva.


4. Comparte tus emociones y valida las emociones de tu pequeño: No hay medicina más poderosa que compartir los sentimientos. Te ayudará el transmitirles frase como: A mí también me duele. Yo también lo extraño, me hace mucha falta. No estás solo con este dolor. Permítele llorar, quejarse, gritar o expresar completamente y sin censura su sentir en cualquier momento. Tu deber es ofrecer una presencia amorosa y PERMITIRLE sentir plenamente.


5. Permíteles participar en el ritual de despedida: Cada cultura y cada religión mantiene ciertos rituales que ayudan en el proceso de duelo, en estos rituales no siempre participan los niños, las familias decidirán si los incluyen o no y por qué. Es muy importante que no tengamos a los niños al margen de los rituales de despedida hay que naturalizar la muerte entre los niños y darle la importancia que tiene.


A partir de los ocho años el niño ya comprende perfectamente lo que ha ocurrido, puede ir a una ceremonia de despedida, a un cementerio a llevar flores, siempre y cuando la familia le explique porque hace eso. No hace falta contarle detalles del fallecimiento o que vea el cadáver, porque les va a costar asimilarlo, pero si las ceremonias de despedida, y en especial aquellas que son un homenaje a la vida, de modo que tenga los mejores recuerdos de la persona fallecida.


Pueden “inventar” rituales de despedida o de recordación en fechas especiales. Los rituales nos permiten transformar el dolor, traspasar lo real de la muerte a la simbolización como una suerte de alquimia, y esa toma de distancia mental y emocional afectiva es necesaria para continuar.


Sobre todo, cuando muere un cuidador primario (mamá/papá/abuelos) el niño puede sentirse desprotegido y preguntarse ¿ahora quién me cuidará? Participar de un modo razonable con su edad en algunos de los rituales puede ayudar a entender y confortar el proceso de la muerte.


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